martes, 20 de abril de 2021

Sobre el lenguaje analógico y digital, unas aproximaciones a través de Nietzsche y Cobra Kai

 Sobre el lenguaje analógico y digital, unas aproximaciones

 

En su teoría de la comunicación humana, Paul Watzlawick distingue entre dos tipos de lenguaje, el analógico y el digital. Sirviéndonos de sus análisis y tratando de ir un poco más allá de estos conceptos, y también con algunos ejemplos, vamos a hacer una aproximaciones al asunto para intentar mostrar con una mirada filosófica las implicancias que tienen estos dos tipos de lenguaje.

 

Primero, un ejemplo. Vamos manejando por la ruta y alguien hace dedo. Supongamos que desconocemos la señal, pero igual, por analogía, por el dedo que indica el camino, entendemos que la intención es ir hacia el mismo lado, por lo que esa persona nos está pidiendo que lo llevemos. Así que frenamos y lo llevamos. El lenguaje analógico y nuestra síntesis en la interpretación tuvieron éxito. Pero si no hacemos este esfuerzo sintético de interpretación y, en vez de eso, nos ponemos a analizar el fenómeno de “alguien haciendo gestos al costado de ruta”, podemos inferir muchas otras cosas. Podría ser que alguien saluda de manera extraña, o tal vez nos está advirtiendo de algo. Hay muchas variables, aunque ese mismo ínterin interpretativo no nos da tiempo, así que pasamos de largo sin saber qué era lo que realmente significaba la seña. En ese caso, el lenguaje analítico no tuvo éxito.

 

Por supuesto, si esta persona al costado de la ruta tuviera un cartel que dijera “voy a... ”, sería más fácil. Pero para eso habría un gasto de tiempo, tanto en escribir el cartel como en leerlo. Este tipo de diferencias sirven para ejemplificar lo que distingue al lenguaje analógico (o sintético) del lenguaje digital (o analítico), que son los que marcan las primeras divisiones entre los ámbitos del saber humano. Las diferencia son claras y cada uno tiene sus ventajas: mientras que un lenguaje es más fácil de analizar (y por eso lo llamamos analítico o digital, pues contiene dígitos), en el lenguaje analógico no hay representación a través de dígitos sino pura síntesis, que podemos entender o no.

 

La cuestión central alrededor de estos dos modelos es que si queremos entender el lenguaje como unidad y totalidad, la manera de abordarlo no puede ser digitalmente sino sólo a través de analogías. La totalidad, el lugar donde todo está relacionado y se comunica, es accesible sólo en un instante inmediato, sintético, en una unidad. Nunca se accede a ella parte por parte, pues justamente es totalidad. Cuando arbitrariamente abstraemos y parcelamos la realidad para estudiarla, perdemos esta vista a la totalidad y sus posibles relaciones, pues salimos y recortamos el tiempo en que estas relaciones se dan.

 

El lenguaje analógico permite conocer intuitivamente, es decir, nos da un conocimiento intuitivo de la totalidad, del mundo, de la creación en general y de todas sus posibles relaciones. Pero también puede resultar ambiguo, pues podemos no comprenderlo. El lenguaje digital, en cambio, generalmente no puede captar la totalidad, pues está formado por unidades formales de sonidos, signos, y aunque es más claro, su mensaje no puede captar la totalidad hasta haber recorrido todos los dígitos. Es por eso por lo que el tiempo que lleva su recorrido también puede hundirnos en el equívoco. El lenguaje digital hace al habla y a la lengua como la conocemos, sirve para dialogar, y si el lenguaje analógico tiene que ver con la intuición, el lenguaje digital tiene que ver con la razón que intenta mostrar y explicarse lo captado por la intuición. Pero ahora detengámonos en el lenguaje digital, el que más abunda, para ver qué problemas tiene. 

 

El primer problema es que obliga a escucharse a uno mismo antes de comprender lo que se está contemplando. Esto significa que el lenguaje digital está mediado por uno mismo, ya que cuando se lee o se escucha, se lo hace tamizando esa percepción a través de la propia voz y comparándolo con contenidos de su propia conciencia. Este recorte y abstracción que realiza la propia percepción obliga en un primer tiempo a una autocontemplación narcisista que impide salirse de uno mismo más allá de su experiencia. Se deben analizar los fenómenos parte por parte, en un tiempo mediado por el propio narcisismo, y en esto se pierde la velocidad y la precisión para contemplar el lenguaje como un todo, como una unidad de sentido.Por ejemplo: si queremos entender el sentido que un autor le quiso dar a una obra, debemos esperar a que esta obra concluya. Pero el problema es que muchas veces no tenemos tiempo para terminarla o, impelidos por nuestra experiencia, no captamos el sentido o no tenemos paciencia y entonces contemplamos mal la obra con tal de terminarla.

 

Otro ejemplo: si se lee literalmente una poesía o una alegoría es muy posible que no se la comprenda, menos si no conocemos el significado de una palabra. Pero sucede al revés si podemos entender la unidad de sentido en la que se encuentra una palabra, aunque no la conozcamosEl riesgo del lenguaje digital o analítico está claro: como a veces no puede hacer pie en la totalidad del sentido, puede quedar enredado en su propia telaraña formal, por lo que se vuelve difícil alcanzar lo nuevo y lograr una transformación. Como venimos diciendo, esta experiencia de la totalidad no es capturable a través del lenguaje digital y solo la puede ofrecer el lenguaje analógico. Sin embargo, muchas veces es el lenguaje digital el que puede mostrar analogías, y es que para ello existen los cuentos, la poesía, las alegorías, las fábulas y las parábolas.

 

Para mostrar esto desde otra perspectiva vamos a empezar usando de ejemplo el primer discurso de Así habló Zarathustra, de Friedrich Nietzsche. Nietzsche se presenta como un alegre mensajero, el heraldo del “dios ha muerto”, y en contra de su época, decide escribir el “Zarathustra” para lograr una unidad de sentido. Nietzsche acusa a Occidente de decadente a partir de una división de saberes o fuerzas. Pero en lugar de referirse a lo analógico y lo digital, Nietzsche habla de lo dionisíaco y lo apolíneo. En el primer discurso del Zarathustra, “de las tres transformaciones”, Nietzsche utiliza figuras sacadas de los Evangelios para trazar una analogía con su propia evolución. En ese discurso anticipa lo que va a ser la totalidad de su viaje espiritual.

 

Nietzsche habla del camello que representa al “joven rico” que carga con deberes culturales y es conducido al desierto para transformarse en el león, que es el “yo quiero” de la propia voluntad y la libertad. El león se enfrenta al dragón, a los “tú debes” que están escritos en sus escamas. El dragón representa al Leviatán cultural, esta cultura que llena de signos, dígitos y valores tiñe la experiencia con distintos deberes impuestos. El león lucha contra el dragón y los “tú debes” externos a él y se termina transformando en un niño que lucha por el dominio de su propia voluntad. Con esta analogía, casi al comienzo de su libro, Nietzsche nos muestra todo lo que va a ser su camino a través de una época.

 

Para seguir con los problemas del lenguaje analítico, quedémonos en esto del dragón y los Leviatán culturales. La cultura es en donde se cifra con sus signos, dígitos y valores todo el problema del lenguaje analítico o digital, y donde se genera la posibilidad de la telaraña formal que impide alcanzar el sentido de la totalidad. Si vemos la cultura como mero entretenimiento o instinto de conservación, como la panza de un Leviatán adormecedor, entonces se transforma en el dragón a vencer: esto Nietzsche lo entendía bien. Y esta lucha contra el dragón es vieja en el inconsciente colectivo de Occidente, ya que se repite en Thor contra la serpiente de Midgard Apolo cazando la serpiente pitón con cuyo cuero forraría el asiento del oráculo de Delfos y en el episodio hebreo de Daniel y el dragón. En los pueblos germánicos Beowulf y Sigfrido. En el Apocalipsis Miguel batalla contra el dragón y su ejército. Ya en la edad media san Jorge, la figura de los caballeros, venciendo al dragón por su valor y templanza. La lucha contra el dragón siempre ha representado y exorcizado las pasiones culturales más antiguas del hombre: el miedo y la ira, el ataque o la fuga ante la novedad, lo nuevo no comprendido por la cultura y sabiduría imperantes. Por otro lado, entre los pueblos del tronco mongoloide los dragones son bien vistos, ya que representan una fuente de sabiduría ancestral.

 

Doy un ejemplo más, para terminar. En Cobra Kai hay una alusión a este enfrentamiento de lo analógico y lo digital. Johnny Lawrence representa lo analógico, lo primigenio: no usa celular ni laptop, es un rústico endurecido por la vida que en su infancia aprendió un lenguaje analógico, el karate, completamente despojado del lenguaje “digital”, es decir, sin su sabiduría y sólo con su disciplina. Por esta razón quedó frenado en el tiempo, motivo por el cual empieza a encontrar su camino a través de la relación con un adolescente, Miguel Díaz, influido por el lenguaje “digital” de la nueva época. A su vez, el lenguaje analógico del karate, que enseña Johnny, lo salva a Miguel y sus amigos de la cultura del bullying digital. Johnny enfrenta a su viejo enemigo, Daniel Larusso, que gracias al señor Miyagi sí aprendió lo “digital” del karate, su sabiduría. Sin embargo, Daniel se encuentra al mismo tiempo aburguesado por lo digital del mundo común. Esta dialéctica entre ambos tipos de lenguaje lleva a una síntesis. Por un lado, Johnny va a “civilizarse” en lo digital, mientras que Larusso tendrá un retorno a lo analógico y refundará su dojo. En el último capítulo de Cobra Kai, de hecho, los dos dojos unen sus fuerzas para enfrentar al verdadero dragón, que está emergiendo, y la historia continua. (Haciendo ahora una analogía con los nombres Johnny, Juan apokaleta, Miguel, el arcángel y Daniel, el profeta del episodio del Dragón, el más apocalíptico de todos -Apocalipsis sólo significa revelación-)

 

Lo que podemos sacar como conclusión al aproximarnos a estos lenguajes es que si bien el lenguaje analógico nos permite acceder a la totalidad, también por su forma puede conducir al equívoco y muchas veces al enfrentamiento. Por otro lado, el lenguaje digital, aunque es muy bueno para transmitir la comprensión del mensaje, muchas veces atrasa y por su propio exceso formal produce una anonadación y reblandecimiento cultural que hace perder el sentido de su propia existencia, sin permitirse contemplar la totalidad y la novedad incluida en ella.