sábado, 1 de julio de 2023

Twitter y el resentimiento oculto sobre los ricos, o “tres empanadas, qué miseria!

El caso de Elon Musk -y los impedimentos histéricos por parte de los tuiter nautas que se escandalizan por pagar algo mucho más útil que plataformas pajeroides como netflix, disney etc- buscando limpiar twitter de fake news es un caso claro de como a la humanidad no le importan nada las fake news mientras estas sean compatibles con sus creencias, lo único q le importa es poder mantener su propio proyecto, show u orgullo en su narcisista e intocable cuenta del banco. Weber ganó. Y el resentimiento también. No importa la bondad, el desinterés, la belleza etc, es la gran mentira de nuestro tiempo que les importa. Lo único que les importa es que lo que les dicen que es bondad, belleza, caridad se ajuste a su sesgado y miserable punto de vista. Son chirolitas (ver Chasman y chirolita) que ocultan su resentimiento ya desapercibido con consignas políticamente correctas, y, como el muñeco del ventrílocuo, repiten cosas sólo para no quedar mal o con un sentido del deber a la inercia del buenismo indefinido. La humanidad se ciega y ahoga en la ignorancia avara de “tres empanadas, qué miseria!” (ver: “esperando la carroza”) individualista, y lo más curioso es que cuanto una persona es más progre o se declara de izquierda más cae en este individualismo atroz del orgullo sobre la tarjeta de crédito. Estoy de acuerdo con que 8 dólares es un precio excesivo, con 4 o 5 sería suficiente para los que también se pueden bancar el tiempo de ocio hueveando en tuiter. Un saludo.

lunes, 24 de abril de 2023

Sobre el problema de las investiduras actuales.

“Un unicornio, un unicornio, mi reino por un unicornio!” 


Ricardo III, Billy the kid.




Hay un problema de raíz con las investiduras humanas, pues es un problema de legitimidad. Con el transcurrir del tiempo, los hombres fueron creando distintos sistemas de poder y su creciente diferenciación en ese transcurrir del tiempo se explica en que se ha intentado que estos sistemas se muestren lo más justos posibles, es decir, legítimos ante las conciencias de los gobernados. 


La cuestión entonces es: ¿cuáles elementos legitimarían estas investiduras?

 

Max Weber idealizó tres tipos de dominación legítima según el estado “evolutivo” de cada pueblo: la dominación carismática (caudillos o seres con cualidades excepcionales), la tradicional (reyes, emperadores, dictadores basados en un corpus tradicional) y la conocida dominación racional-burocrática (sistemas democráticos). Tengo una hipótesis que sirve para explicar mejor este tinte evolutivo que Weber le da, y es que Weber probablemente tomó estos tipos ideales de la historia del pueblo judío: primero los caudillos y jueces, después los reyes basados en dinastías y finalmente la dominación “racional-burocrática” tras los seleucidas de origen heleno y la racionalización y aplicación de la Ley luego de su redescubrimiento por Esdras y Nehemías, formando un “estado teocrático” con un rey títere bajo el dominio romano. Pero, ¿en dónde residen las investiduras en estos tipos de dominación legítima? Ocurre una especie de mediatización o separación del poder de las investiduras, un gradual traspaso de un personalismo basado en el don como investidura en la dominación carismática (donde los humanos y sus dones serían los que ejercen el poder) pasando por la dominación tradicional, que ya no consistiría en el don sino en la tradición y herencia (a través de dinastías, castas guerreras u oficios artesanos, comerciantes, etcétera) para terminar en el tipo de dominación racional-burocrático. Esta última es la mediación total de la investidura, donde se supone que dicha investidura puede ser enseñada a cambio de votos de confianza (o de castidad, pobreza y obediencia para los religiosos-y de obediencia en el mando para los políticos). Las investiduras también pueden ser compradas a cambio de dinero (en el caso de los comerciantes y los artesanos), o, a la vez, compradas y/o enseñadas hoy en los ámbitos universitarios.

 

Si observamos de cerca este movimiento, veremos que las investiduras de poder pasan gradualmente de depositarse en el carisma del humano mismo para finalmente ser mediatizadas en el lenguaje, la razón o el cálculo. Y acá nos damos cuenta de algo: los tipos de dominación legítima nunca son del todo “evolutivos”. En realidad, son modelos “ideales”, como Weber explica, y hasta hace dos o tres siglos siempre se vieron entremezclados y retroalimentados. 


Ahora bien, ¿cuál es el factor común que une a un tipo de dominación legítima carismática, tradicional o racional? 


Son dos los factores comunes y fundamentales, pues en su poder los humanos tienen necesidad de agruparse. Esta necesidad trasciende al humano particular, y hasta pareciera que trasciende al don particular. Estos dos factores comunes y fundamentales son el tiempo y el lenguaje. El tiempo y el lenguaje nos tienen en su poder, pues en el tiempo envejecemos, enfermamos y morimos, mientras que en el lenguaje nos podemos agrupar y comunicarnos para sobrellevar mejor las contingencias de estas determinaciones vitales.

 

El lenguaje y el tiempo son elementos que nos ponen en relación con la contemporaneidad y nos permiten no sólo comunicarnos, sino resolver cómo, cuándo y dónde hacerlo. En verdad, estos dos factores parecieran trascender los tipos de dominación humana o carismática porque superarían el quehacer del humano. El humano parece estar encorsetado por esta inercia que lo tiende homogeneizar en una supuesta igualdad para que se pueda comunicar y entender. Pero este investir con fuerzas humanas al tiempo y al lenguaje tiene un gran riesgo y problema: el sistema. 


 ¿por qué el sistema racional-burocrático genera un gran problema? 


Los sistemas de creencias, los sistemas políticos o los sistemas económicos regidos por el tiempo y el lenguaje originan convenciones para mantener unido y ordenado al grupo. Esto es bueno. Los grupos humanos tienden a crecer, ergo estos sistemas también, y este crecimiento del sistema tiende a reducir la importancia del humano particular frente a él y esto produce una lenta anonimización, homogeneización de lo humano particular y su don y hasta se llega a pensar al humano (y este es el principal problema) como parte de un sistema y nada más que eso. En consecuencia, el humano es sólo una función con las características con que se interrelaciona con este sistema y empieza a ocurrir algo distinto: el cálculo económico-sistemático-racional hace y desarrolla las características del humano que a ese sistema le conviene.

 

Esto provoca un gran error, pues parafraseando a la Biblia, “el sistema fue hecho para el hombre y no el hombre para el sistema” (Marcos 2, 27-28). El juicio realizado desde el sistema lleva a una multiplicidad de puntos de vista ideológicos pero sin autorreflexión, con pura desinformación o información que tiende sólo a legitimar ese sistema, donde el humano ya no importa, pues el sistema coerciona, aplasta y homogeneiza todo desde el, ya que este juicio es realizado desde las apariencias sistemáticas, enseñadas, votadas o compradas desde el mismo. Esto forma una burbuja de desinformación, profecías autocumplidas, una per-versión, donde toda posibilidad creativa del hombre queda paralizada por los mecanismos psicológicos de negación y proyección, donde lo que se dice rumor, o murmuración tienden a homogeneizar todos los discursos personales para no desentonar, para no ser “tildado de” y los grandes o pequeños grupos, supuestamente “racionales”, se autorregulan por este funcionamiento basados en el qué dirán. Esta perversión y desinformación sucede cuando las investiduras en lugar de seguir su desarrollo histórico a partir del carisma humano, se empiezan a aparentar espuriamente por esta desesperación especulativa despersonalizada del lenguaje racional. Esta desesperación aumenta la alienación en el humano y produce una desincronización con lo trascendente, una ruptura total con la investidura carismática, carisma a la que el sistema, para funcionar o para representarse a sí mismo como “racional” nunca acepta ni puede reconocer. Por eso no le queda otra que aumentar la perversión y la desinformación, pues aumentan la negación y la proyección: se niega que el sistema está mal, llegando hasta negar a lo trascendente, a Dios y se proyecta el “mal” sobre aquellos que cuestionan ese sistema, y esto se da en un bucle constante que ciega a los humanos desesperados con su mente sumergida en estas ideologías, apariencias intelectuales y distintas narrativas.

 

En resumen: al aumentar el conjunto de humanos, aumenta la mediatización. Y esta mediatización tiende a quitarnos el don, a alienarnos, a quitarle el carisma; en fin, a falsear las investiduras. Pero busquemos una solución. Con el lenguaje, en primera instancia, podemos hacer muy poco. Pero a la variable tiempo, aunque no controlarla, el humano sí puede frenarla, frenar su inercia, suspender el tiempo, por ejemplo, mediante el pensar: “¿Para qué todo este sistema?” Para pensar se necesita el coraje de aceptar que hay algo trascendente, y estar dispuesto a aceptar que eso trascendente nos define de una manera. Lo trascendente y la cuestión del tiempo y el lenguaje dimensional del alma o consciencia, cómo y hasta donde le debemos lo que somos a nuestros antepasados y a nuestra patria o a Dios en último término, y este reconocimiento de dónde venimos es la primera forma de ver que el lenguaje y el tiempo nos determinan pero, al reconocerlo, también es una primera forma de superar estas determinaciones ideológicas. Si no reconocemos esta trascendencia, de la que estamos constituidos, caemos fácilmente en la inmanencia. Y esta inmanencia sólo depende absolutamente de la noción de consenso, de ser comprendido y aceptado por el hoy (o por un futuro con el que sólo especulamos). Por eso esta inmanencia está sujeta absolutamente a la absurda necesidad de agradar, agradar para generar consenso, y está desesperada necesidad agradar no tiene nada que ver con la amabilidad, y no nace de un reconocimiento verdadero de lo que somos y, por lo tanto, de lo que los otros son o pueden llegar a ser. No. Esta necesidad de agradar surge eminentemente como una forma del lenguaje, como un yugo del lenguaje al que estamos obligados para ser aceptados a cualquier costo y esto engendra la idiotización ideológica, o mejor, está homogeneización de los puntos de vista mediada por la razón, lenguaje, cálculo y técnica genera una gradual pérdida del don particular y de la capacidad creativa en el interés de ser aceptado, “comprado”, por esta inmanencia, o por el miedo a caer en el lugar común del “bicho raro”, o ser señalado “de”.

En pocas palabras, se trata de la imposibilidad de pensar la trascendencia más allá de los grupos ideológicos y “buenistas” a los que se pertenece. Esta manera inmanente de usar el lenguaje disfraza, confunde y sumerge todo en la inercia (en este caso espacial) por las anteojeras ideológicas, condenando todo a una repetición perpetua del pasado, no permitiendo parar y pensar, si no hacemos un verdadero acto de fe sobre lo trascendente.

 

La aceptación de ese trascendente -al que algunos llamarán Dios y otros llamarán Logos- también nos hace sentir con el derecho a parar la moto y pensar. Si no aceptamos lo trascendente es inevitable que el lenguaje y el tiempo nos confundan -según la investidura espuria de turno- y así todo se paralice en pura ideología irreflexiva. Incapaces de ver el tiempo, juzgando toda la historia desde el presente y sin entender cómo estamos determinados por el lenguaje, sucede algo como el fenómeno Woke. 


Pasando en limpio: ¿por qué digo que las investiduras son espurias y no legítimas? 


Como deja entrever lo que escribí hasta acá, la investidura se falsea cuando la desesperación por el poder no nos permite frenar el tiempo, pues no podemos pensar. ¿Y cómo funciona esta desesperación? Aclarando un poco mejor: al sabernos totalmente encorsetados por el lenguaje, el hombre teme “perder la corriente” en el total anonimato y sólo busca imponer a través de la violencia discursiva un punto de vista, el suyo, y también una imagen aceptable, una apariencia que no desentone. Hecho desesperadamente, sin frenar el tiempo y ponerse a pensar de verdad, todo esta pantomima que representa con su propia vida para poder ser investido y pertenecer a esa supuesta legitimidad, todo este circo de cosas, llevadas de manera irreflexiva, lo único que produce es hacernos perder el tiempo, alejándonos constantemente del trascendente capaz de otorgarnos sentido. Al hombre, por lo tanto, no le queda más que acumular poder para sostener o aumentar su relato e investidura discursiva mediante ciegas y desconectadas narrativas de profecías autocumplidas que tienden a la homogeneización, a quitarnos el don, a quitarnos el mundo interior humano, que es donde comienzan y se retroalimentan todos los tipos de dominaciones legítimos.

 

Vamos a hilar un poco más fino. 


(Y una aclaración más nomás. No quiero que se entienda tipo una crítica total a los otros tipos de legitimidad sino que sólo remarque que la verdadera legitimidad nace del carisma o don, del humano, y no del sistema racional. Lo que trato de decir es que si nos basamos del todo en el tipo de investidura por legitimidad burocrática-racional hace que pierda autoridad la investidura, que pierda todo poder enunciativo como dice de Jesús en el evangelio: “hablaba con autoridad, no como los fariseos”. Y es que Jesús es el que le vuelve a dar la autoridad que el carisma había ido perdiendo.)


Ahora sí. Como decíamos arriba, estas narrativas de profecías autocumplidas que paralizan el carisma humano y su espíritu, se basan en el poder enunciativo, lenguaje, de la investidura que representan. Estos van desde investiduras de poder religioso, político, económico, social etc. pero en lo que basan su poder enunciativo es en el prestigio que les dan esas investiduras espurias pero ya consagradas y aceptadas por el sistema. Por eso ese poder enunciativo en verdad es relativo, pues no puede decir nada nuevo y sólo se limita a enunciar y repetir artificiosamente el lenguaje, a generar profecías autocumplidas para consolidar su poder ya establecido. Lo que contrasta con este prestigio espurio de las falsas investiduras y lo que da el verdadero poder enunciativo es el poder moral, pues este poder moral, al basarse en la creencia en un trascendente inmutable (Dios) que respeta la humanidad de cada uno, en el don de cada uno, y no tener que seguirle la corriente a este baile sistemático de investiduras espurias y apariencias externas y basarse en el carisma, no sigue la corriente del sistema. El poder moral concede a cada carisma individual el poder dar su propio punto de vista, puede decir algo nuevo, puede ofrecer su don, así es como surgen santos o genios en la historia, aunque muchos, quizás la mayoría, seguramente han permanecido escondidos para el mundo. Y es que este poder moral, este conservar las cosas en el interior de nuestro corazón más allá de lo que el sistema señale que hay que hacer, es lo que nos da la autoridad, nos da la fuerza para frenar esa inercia sistemática, ese poder que tienen el lenguaje y el tiempo, pues sólo podemos pensar, sólo podemos cotejar lo que vemos en el mundo, si dentro nuestro guardamos algo digno que lo pueda hacer. Este cotejar es una especie de radar moral, radar que nos hace entre-leer lo que el sistema o la creación nos ofrece. O sea, hace que podamos tomar algo verdaderamente de ellos y darles una devolución nueva, y no sólo repetir lo social en una homogeneización perpetua. Nietzsche dice en el Zarathustra la frase “de tal modo dispuesto a dar, que al dar tome”, refiriéndose a esto del “radar moral” que estoy tratando de describir.

 

Para terminar, una aclaración que tiene que ver con un acto de fe. Nosotros sí podemos también frenar un poco el lenguaje y que él, en vez de encorsetarnos, pueda habitar en nosotros. Estas son palabras de Jesús, el Logos, el lenguaje, a la iglesia de Loadicea: “Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos” (Apocalipsis 4, 20).

Un problema del arte hoy (comentario en un blog, abril 2011)

 Y después, lo que decís del arte, esta frase:

“Aclaro que a mí me gusta la “provocación”: adoro a Roberto Bolaño, que fue un escritor muy provocador. Pero insisto: en el arte. Es el problema que tengo con tipos como Zizek (y también me pasa con Tomás): tienden a caer en el “pomelismo” adolescente”….

Aca va un pomelazo (de pomelo, el primo de la naranja): creo que lo decis por esta misma de la falta de sustancia que dije recién…lo artístico no exige un compromiso con los contenidos sino sólo con las formas, antes esta división no se notaba, hoy sí, y mucho, es mas hoy mucha gente piensa que sólo hay formas. (te copio algo que escribí en otro blog)

el antiguo buen “artista”, tenía pasion, no solo lascivia, captaba las formas que el consideraba jugosas de sustancia, capta formas “motivantes” en la realidad, y luego las expresa de manera tal que, a pesar de modificarse las formas (pues no es lo mismo el hecho motivante que lo expresado por el artista), se mantiene o amplifica la sustancia que el mismo supo captar, expresa con su trabajo y en su forma lo que el considera digno de resaltar en un hecho, es decir: lo que él considera fuerte, original o simplemente digno de resaltar, lo que surge espontáneamente. Y lo que sucede hoy es que el arte es mejor remunerado que en otros tiempos y a veces pasa que el mismo artista quizas no es original, ni sustancioso sino que simplemente sabe detectar las formas que venden, que se venden como jugosas de sustancia aunque quizas ya no lo sean o nunca lo fueron. yo creo que esta es una de las razones por las que nietzsche dijo que el arte había muerto. lo trágico de esta falsificacion del arte si alguna vez se llega a completar, es que nos pierde de modelos auténticos y nos quita sustancia pues nos virtualiza en lo formal del símbolo, perdemos la riqueza del contacto con lo terrestre, con lo elemental que es la sustancia de la cual estamos hechos.

el artista “vendedor” rara vez muestra acertadamente con que cosas verdaderamente lo “no conforme” tiene que luchar, ir contra la corriente, surgir, que carga tiene que soportar. El artista simplemente con algún símbolo fuerte solamente da a entender que es “lo no conforme con el sistema”, o mejor dicho: que es lo que la sociedad considera como tal, y arma su obra a partir de algún estereotipo. Y solo “da a entender” que es lo auténtico porque nunca se puede meter en detalles, en general porque no lo puede hacer, no los conoce, y muchas veces porque el mismo sistema se protege de ver los detalles, no se permite conocerlos considerándolos de “mal gusto”, poco estéticos, “fuera de moda”. En todo caso se arma una bola de estupidez afirmativa, en el fondo consensuada en base a mediocridad humana, plata y gracias a un tiempo malgastado. Como eso que nietzsche intento retratar en el zarathustra con la adoración de los superiores al asno y su ¡ja!

Y todo esto es porque primera barrera que imposibilita a los conformes con el sistema -a los que “compran” arte- para mensurar la carga de quien va contra la corriente es la barrera de hipocresía que consiste en que al pensar y admirar estas formas auténticas, o participando en ellas a través de esta clase de expresiones artísticas, se cree entender o participar en algo del estereotipo autentico o border del sistema (de ahí la moda de la imitación a traves del tipo de arte que compartimos o la manera de hablar o la ropa o el corte de pelo, la forma de la barba, los tatuajes, el aro etc). Pero es al revés: muchas veces el conforme es parte de la misma corriente contra la que lucha el no-conforme, y esta imitación y confusión solo le aumenta la carga.

Esa misma hipocresía es la que le permite a los artistas “vendedores” -que no son artistas en verdad- hacer arte a partir de imitar las formas nomás, sin dejar sangre. Ya Platón consideraba a casi todo al arte –no todo- como algo no muy serio, por estas mismas razones me parece. Los mejores artistas si me da la sensación que han experimentado la carga en ellos, pero generalmente son de otros siglos ( heraclito, el mismo Platón, los genios renacentistas, Shakespeare, Kierkegaard, Nietzsche, Dalí, y mas).

Ahora, parafraseando a la frase de otro bloguista, si era todo una joda o si por lo menos me traes a alguien que admire a Ricardo Fort – por ahora no conozco a nadie- te pago un whisky yo, santiago, personalmente.

miércoles, 1 de febrero de 2023

Ser y existencia.

 “Jesús respondió: «Les aseguro que desde antes que naciera Abraham, Yo Soy».” Juan 8, 58. 


Jesús en el evangelio de Juan dice como 7 veces Yo Soy. No dice yo existo. 

Ex- sistir significa:


Ex: ley de origen y Dios no es originado.

Sistere: ley de proveniencia y Dios no proviene.

Lo único que ex-siste es el hombre y la creación caídas por el pecado original. Pero restituidas en Cristo ya no ex-sisten, simplemente Son. 


La libertad de la ex-sistencia (de Sartre y de todos esos) es una libertad aparente porque son libres en tanto y en cuanto “matan” a Dios, como dice Dotoievsky “si Dios no existe todo está permitido”. El error comienza creyendo que Dios puede o no ex-sistir, porque Dios Es, Dios no tiene que ver con algo ex-sistente, y sólo se relaciona con eso ex-sistente en cuanto Creador, Redentor, y Santificador (Santificador es decir: dador del Ser que nos eleva de la mera existencia)” Y al creer que podemos “matar” a Dios -en nuestra cabeza- para ser supuestamente libres lo único que hacemos es no ESPERAR más de la Fuente Creadora de Dios, del Ser,  es decir: de a poco caemos en la DES-ESPERACION y esa desesperación en verdad lo que hace es ir reduciéndonos el ser y la libertad hasta dejarnos totalmente esclavos del mundo y de sus imágenes o ídolos. Así nomás.

martes, 24 de enero de 2023

Luz y oscuridad 2

 A medida que aumenta la luz, la oscuridad -que tiene voluntad- se va haciendo más densa, pues no quiere ser iluminada. Jesús se lo explica a Nicodemo en el capitulo 3 de Juan, pues Nicodemo va a verlo en la noche, para no ser visto con Jesús. Por eso, el problema que la oscuridad trae aparejada es la doblez, y la doblez trae aparejado el des-conocimiento de si mismo -que no es lo mismo que la humildad-, por eso el alma con doblez desespera por las cosas del mundo, porque en esa voragine cree que el mundo designa quien es uno y no que es Dios el que lo ama y busca. 

Antes de ese pasaje con Nicodemo, le dice Jesús a Natanael -Bartolomé- "usted es un verdadero israelita, un hombre sin doblez". A lo que Natanael le responde reaccionando: “¿de qué me conocés?" y Jesús le responde "te vi debajo de la higuera antes que Felipe te llamara" a lo que Natanael responde convirtiéndose. Y entonces Jesús le dice algo así: si crees porque te dije lo de la higuera cuanto mas creerás cuando veas bajar y subir los ángeles de Dios a través del hijo del hombre". Esto que Jesús le dice a Natanael es lo que ve justamente Jacob-Israel -por eso “un verdadero israelita un hombre sin doblez”- en el libro del Genesis. Jacob-Israel sueña acostado en el desierto, huyendo de su casa, con la cabeza en una piedra, una Escala por donde los angeles de Dios subían y bajaban del cielo. Jesús le está diciendo a un iniciado en Israel, Natanael, que el mismo, Jesús, es la Escala que Jacob-Israel vio en el desierto. Pero por eso mismo, para poder ver la escala, hay que ser un hombre sin doblez, con autoconocimiento, lo que ve Jesús en la higuera.

Y el que divide y genera la doblez en el alma es justamente el muchacho, el diabolo, "el que divide". Así queda el alma engañada por el mundo, por eso las palabras de Juan en el Apocalipsis "el dragón, la serpiente primigenia, también llamado diablo y satanás que engaña al mundo entero”.

Frase del padre Pío: “el alma humana es el campo de Batalla entre Dios y el diablo”