miércoles, 23 de junio de 2010

Una cosa que nunca hay que olvidar

Una cosa que nunca hay que olvidar, en este mundo sobrecargado de información chata, es que los hombres poseemos un lenguaje y que este lenguaje nos pertenece como hombres que nos llamamos porque así nos sentimos.
Este lenguaje es un lenguaje propiamente dicho si nos conecta con la realidad, nos ayuda a comprenderla y, si seguimos la realidad a través del lenguaje, podemos llegar a alguna verdad. La verdad se encuentra cuando este lenguaje humano llega a describir la realidad tal cual es. Pero hay un problema y ese problema se llama tiempo. El tiempo modifica la realidad, entonces algo que es de un modo hoy mañana, o tres minutos después, puede ser de otro. Entonces una descripción estática de la realidad no tiene el rango de lo verdadero sino que solo alcanza para lo real. Postulamos así que lo verdadero puede ser solo aquello que no depende del tiempo para establecer su realidad sino que, al revés, lo verdadero establece la realidad a través del tiempo. Se puede preguntar: Y que entes, entonces, darían el status para ser “lo verdadero”?
Varias cosas desde los teoremas matemáticos, hasta principios filosóficos. Desde dogmas religiosos, hasta piezas musicales. Y acá nos damos cuenta que todo lo que entra en esta categoría de lo verdadero no tiene una objetividad fuera del hombre, es decir; en realidad adquieren significación personalmente, particularmente, en el lenguaje de cada uno, de cada hombre que los sabe apreciar, que les sabe dar el precio que merecen, no todo es lo mismo y solos no valdrían para nada, pues estos saberes fueron formulados para el hombre, y en la mayoría de los casos, por el hombre.

Lo interesante de este nuestro lenguaje humano es que no importa para la verdad cuanto hayamos leído o estudiado porque los lenguajes solo intentaron describir, inventar o descubrir, desde la misma realidad en la que nos encontramos, para tener algo que decir o algo que aportar a la misma realidad, es decir no hay nada que salga de la realidad, en ella está todo, desde ella nace todo, como del material del planeta tierra nace todo objeto construido por el hombre desde un auto, pasando por un celular hasta un edificio.
No es una cuestión de cuanto hayamos estudiado o leído porque nunca nos alcanzara el tiempo para haber leído todo, estudiado todo, lo que importa es cuantos lenguajes hayamos aprendido, y son verdaderamente lenguajes si nos permiten relacionar el universo completo a través de el, hacernos dueños de el a través de llaves relacionables que nos den certeza de la verdad a la cual responde la realidad, y que no suceda al revés, y que el universo se termine haciendo dueño de nosotros por nuestra miedo al sentir falta de conocimiento al salir a verlo. Esto es así, porque cada cosa que aprendemos si no tiene un fin universal nos excluye de ese fin universal, cada cosa que aprendemos nos coloca sobre unos rieles que nos hacen empezar a leer la realidad desde esa cosa que aprendimos, desde esos rieles llegamos a distintas estaciones y vemos distintos paisajes, pero si esa es una vía muerta que no llega a la estación central, esa vía nos va a estar imposibilitando de llagar a una verdad, pues nos excluiría de poder tener continuidad y relación, hasta llegar a una verdad.
Por eso no importa la cantidad de conocimiento que acumulemos de la realidad, importa que veamos las relaciones que existen, las llaves, por las cuales discurre y camina el conocimiento, si vemos que estas relaciones se mantienen tendremos certeza de una verdad y podremos acceder a ella.
La principal llave la tenemos a primera mano y es la palabra pues esta a la vez que nos permite designar, también la podemos compartir y relacionar en la misma acción real. Con otros entes abstractos como los números esto se complica.
Esto no significa que no importa estudiar ni saber, no significa que no importa conocer lenguajes.
lo que estoy diciendo es lo que importa en la verdad y es que sepamos que cada lenguaje que leímos o estudiamos, sea matemático, histórico, físico, músico o filosófico, cada lenguaje, digo, intento acercarse e interactuar con su descubrimiento o descripción en la realidad y nosotros al estudiarlo lo intentamos comprender y adaptar a la nuestra propia realidad para que el adquiera algún sentido para nosotros y, si tenemos un poco mas de suerte y podemos agregar algo, para la realidad de los demás también. En la conciliación de estos distintos lenguajes en su continuidad en el tiempo, se da la unión, comunión, el entendimiento, la contemplación, la beatitud o como sea que se llame el estado en que dos entes se conectan y ese encuentro puede llegar a ser “realizado” para siempre. Entonces ahí llegamos a la verdad, en ese “ser para siempre”, pues lo que es verdadero no puede cambiar en el tiempo.
Resumiendo, los lenguajes sirven para acercarnos o alejarnos de la realidad y la verdad, todo depende de cómo los usemos y cuan dispuestos a abrirnos y relacionar este nuestro espíritu con los lenguajes que aprendemos, esta apertura puede ser posible si nos animamos a relacionar y obtenemos la llave de la relación, abandonando la comoda astucia que es esclava del universo, y que nos divide en miles de saberes diferentes, sometiéndonos al lenguaje y no liberándonos mediante el. Si no nos animamos a ser señores de el universo, a unificarlo en nosotros, vamos a ser esclavos de el, pues en la división dentro de uno, uno es reinado por otro y ese otro depende su existencia perpetrando esa división. Como dice el dicho del diablo: “divide y reinaras”. Este lenguaje nuestro puede ser unificante, es al revés pero funciona mejor. Una cosa que nunca hay que olvidar.


escrito 23 junio de 2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario