La mayor parte de la filosofía se convirtió en una jerga de
necios, tanto para el que la oye y la lee como para el que la práctica. El semi
filósofo del hoy es alguien que está mayestáticamente deslumbrado por el abismo
del lenguaje, una especie de contemplación artística mezcla de lo sublime y lo
infinito. Aunque la gran masa de filósofos que pululan solo repiten y van
haciendo cada vez más sutiles pensamientos que están pronto a quedar sepultados
por la muerte de un paradigma, y el olvido. Pero para en la eternidad plena es
probable que todo esté al revés de como aquí nos parecen y aparecen las cosas. Como nos dice
una parte del este pasaje del evangelio,
en Marcos 10, 35-45:
“el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes;
y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos”
Pero la filosofía también puede ser un acceso a la verdad, y si un filósofo de verdad se esfuerza y llega a
experimentar una idea primigenia, lo más difícil para él va a ser estar a la altura de
ese pensamiento. Si no lo consigue acarrea un gran mal para él, sólo originando más caos en él y en los demás. Y
en ese caso sí: para ese filósofo es mejor que ni Dios ni la eternidad existan,
aunque sea completamente ridículo que la mera pretensión de la existencia, o no, de Dios y la eternidad puedan depender del
deseo de un filósofo. Eternidad hay, sino imposible sería entender siquiera
nada. A veces, creemos, nos conviene negar la eternidad porque la intuimos vacía y repetitiva en un lugar infinito e inimaginable al que nosotros mismos no lo podemos llenar ni entender. Nos damos cuenta que
verdaderamente dependemos de otros seres y, en ultimo término, un Ser que efectivamente es eterno. Pero es muy frecuente que la existencia de ese Otro nos puede
molestar. Y si nos molesta lo podemos negar. El hombre es libre. Y una eternidad así, vacía y
repetitiva, sin ese Ser proveedor, es mejor que no exista: eso nos dice la
soberbia que pretende controlar todo desde nuestro punto de vista sólo para halagar, o meramente justificar, un miserable existencia que pretende no querer responsabilizarse del hecho de Ser y hacer cosas que participan de una eternidad de distintos e infinitos sentidos, individuales, únicos, comunicados en una sinfonía perfecta. O demasiado imperfecta. Todo depende si nos queremos hacer responsables del hecho de lo que lo que somos y hacemos afecta esa eternidad. Difícil es saber lo que se es, pocos lo saben, pero no es tan difícil saber lo que hacemos, así muchos vamos descubriendo que somos y por eso no tenemos justificación si no nos hacemos responsables a tiempo. Lamentablemente el hombre puede negar, el hombre es libre.
Y ahora vuelvo a repetir por las dudas: esa intención de la “no-existencia-de-la-eternidad” no está al alcance de nuestro deseo.
El hombre libre es, pero es no omnipotente.
Y ahora vuelvo a repetir por las dudas: esa intención de la “no-existencia-de-la-eternidad” no está al alcance de nuestro deseo.
El hombre libre es, pero es no omnipotente.
Nietzsche r.i.p.
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