domingo, 24 de octubre de 2010

Sobre como el intelecto puede producir arrogancia en lugar de sabiduría: el problema de lo sistémico y el dualismo de la memoria.

Se produce un estimulo inteligente: alguien me cuenta una historia, me enseñan una teoría, leo un libro, aprendo a hacer algún deporte o cualquier actividad que involucre mi intelecto.

Si se esta algo de acuerdo con el estimulo inteligente -es decir: se le presta atención- entonces surgen dos reacciones como respuesta a este, se pueden elegir dos posturas formativas. La formación estructural donde se mueve toda inteligencia, la memoria, genera dos posibles respuestas ante el estimulo inteligente, una reacción consciente con dos caras posibles, podemos elegir y hacer real una postura de dos posibles; en palabras sintéticas la respuesta consiste en una decisión o elección interior, siempre interior, libre, que nos conduce a mas libertad o a la no-libertad.
La reacción que conduce a mas libertad, la mas profunda y la que reconoce implícitamente que existe algo mas allá de lo material y algo mas fuerte que lo material (tanto mas fuerte que hasta lo termina determinando), consiste en profundizar dentro nuestro a partir del entendimiento del estimulo y, a partir de dicha profundización, ser mas conscientes de nuestras posibilidades y limitaciones y actuar consecuentemente con ello, es decir, ser mas humildes.
Pero existe otra reacción. Es una reacción más externa, estéta, “cáscara”, la cual a su vez puede generar una cadena de “cascaras”, cascadas al infinito, como un abismo. Esta reacción silenciosa pero siempre presente como posibilidad debido a la estructura de nuestra memoria no consciente (¿inconsciente?) consiste en que después de la reacción autentica de descubrimiento y recogimiento interior, en lugar de seguir profundizando en este sentimiento donde verdaderamente estamos y “somos” nosotros, reencontrandonos con nuestros limites espirituales, en lugar de hacer esto al revés nos alejamos, nos miramos desde lejos como desde un espejo (como narciso), especulamos, comenzamos a auto-contemplarnos no como ser vivo sino como una cosa a la que hay que adornar, nos cosificamos controlandonos sin limitaciones a nosotros mismos pero, así también, nos dejamos sin posibilidades de otra manera de vernos, de otro punto de vista sobre nosotros.
En esta reacción en lugar de aprender como ser mejores para sentirnos mejor nos olvidamos de esto porque sentimos que esto nos compromete, y enseguida preferimos vernos de lejos, bajo control, des-comprometidamente, como si ya fuéramos así, según una sola mirada, según lo que el sistema dice es lo que somos, desde afuera. Eso si: como tenemos esta aparente sensación de control, nos suponemos sin limites, y para aumentar esta sensación nos sentimos obligados –y así perdemos la libertad- a tener que aprender para “ser” mas, para "ser mas” inteligentes o vivos, mas actualizados, mas informados porque así podemos, decimos, actuamos y/o nos imponemos; pero lo malo es que nosotros no somos los que hacemos eso porque "el sistema" de la memoria, de información externa, hace rato que ya se nos impuso a nosotros, y nosotros lo que hacemos es simplemente seguirle la corriente.
Ahora quizás ya se entiende porque digo que esta reacción externa puede extenderse al infinito, como un abismo. Porque sobre esto que dije en estos tres últimos párrafos podemos tomar de nuevo una de esas dos reacciones y, si elegimos la externa, podemos continuar haciéndonos este autoengaño al infinito, siempre creyéndonos más y olvidándonos de lo que significa ser mejores. Si sigo creyendo que con solo estar advertido por una formula de la inteligencia no voy a especular perdiéndome de nuevo, sigo preso de la actitud de “yo soy mas” porque “ya se” de esto, y, al creer ya saber de esto podemos caer otra vez y así seguir para siempre. No es una cuestión de “soy mas” (que antes, que el, que todos) sino de soy mejor porque me siento mejor y eso depende de mi y no de cómo vea-vean desde afuera, no es una cuestión de cantidad cosas para verme mejor sino es poder dar un salto de calidad hacía mi.
Por eso el ser mejor, el sentirnos mejor, no depende de una formula externa y la reacción interna frente a lo que aprendemos da cuenta de una realidad mucho más potente que la material que conocemos. Porque la verdadera existencia nace de nuevo y constantemente desde el interior, de adentro, lo de adentro es lo único que se sabe en contacto con algo, un Espíritu mejor de lo que uno es, y que nos puede renovar constantemente.

1 comentario:

  1. Bueno Santiago, este artículo es una buena respuesta a mi discurso inapropiado en relación al suyo sobre el pecado original. Luego de entrar a ver los comentarios me encontré releyendo el mío y viendo que parecía una charla con una amiga. Disculpe mi desubicación.

    ResponderEliminar